La filosofía es razón, busca causas últimas y estructuras fundamentales de los seres. La filosofía griega ya tenía su lenguaje y su conceptualización; la filosofía habla de materia y de forma, de sustancia y accidentes; tiene su manera de ver al hombre, al mundo, incluso tiene su propia manera de ver a Dios a quien llama Principio, Causas, Acto, Ideas, Razón.
La religión, por su parte, también tiene su propia lengua y su manera de manifestarse a través de los ritos y oraciones.
Cuando se encontró el cristianismo y la filosofía grecorromana las preguntas que surgieron fueron:
- El Dios de la biblia siempre se presentó como padre que ama a sus hijos y quiere la salvación para ellos; ¿Podemos hablar de este Dios como principio, causas, acto, idea o razón?
- La biblia habla del mundo y de la creación del mundo; ¿Podemos aplicarle a este mundo lo que los presocráticos, Platón y Aristóteles pensaron del Cosmos?
- ¿Hay alguna contradicción entre lo que la filosofía y la religión dicen del hombre, de su ser y de su destino?
- ¿Qué dice la filosofía de la resurrección de los muertos que predica el cristianismo?
El encuentro entre la filosofía y el cristianismo se hizo en el pensamiento y en el sentimiento mismo de pensadores, filósofos, que conocían la filosofía griega y que se fueron convirtiendo al cristianismo. Ellos fueron resolviendo estas preguntas buscando una armonía entre fe y razón, entre filosofía y la religión.
Las soluciones que le dieron a estas preguntas las resumió San Agustín con estas dos frases: "Creo para entender" y "Entiendo para creer". Es decir: la fe suministra el ser y la existencia de Dios, así como el origen y el destino del mundo y del hombre, y la razón ayuda a entenderlo.
De esta manera razón y fe, íntimamente compenetradas, ni se anulan ni se excluyen, sino que se colaboran: la inteligencia prepara y dispone la fe, y la fe ilumina y da sentido a la razón, y así ambas llegan a la verdad y al amor que es Dios, término de la fe y de la razón.
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