-¿Papi, cuánto ganas por hora?
Así, con voz tímida y ojos de admiración, un pequeño lo recibía al término de su trabajo. EL padre miró con rostro severo al niño y repuso:
-Mira, hijo, esos datos ni tu madre los conoce, no me molestes que estoy cansado.
-Pero, papi -insistía-, sólo es una pregunta: ¿cuánto ganas por hora?
La reacción del padre esta vez fue menos severa y contestó:
-Bueno, hijo, pues $10.000 la hora.
-Papi, ¿me podrías prestar $5.000? -preguntó de inmediato el pequeño.
El padre montó en cólera y tratando con brusquedad al pequeño le dijo:
-¡Así que era esa la razón de saber lo que gano! ¡Vete a dormir y no molestes, muchacho aprovechado!
Al caer la noche, el padre había meditado sobre lo sucedido y se sentí culpable. Tal vez su hijo quería comprar algo. En fin, queriendo descargar su conciencia se asomó al cuarto de su hijo.
-¿Duermes hijo? -preguntó el padre.
-No, papi, dime -contestó entredormido.
-Aquí tienes el dinero que me pediste respondió el padre.
-Gracias papi, contestó
con alegría el pequeño. y metiendo su manito bajo la almohada sacó otros billetes.
-Papi, ahora ya lo completé todo: tengo los $10.000. ¿Me podrías vender una hora de tu tiempo?
¿Qué tanto atención prestas a tus hijos?
¿Alguna vez has pensado en la soledad, la inseguridad o los miedos de los niños?
Lopera, J. y Bernal, M. I. (2007). La culpa es de la vaca 2a parte. Bogotá: INTERMEDIO EDITORES, una división de CÍRCULO DE LECTORES S.A.
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